La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

El arroyo de las escamas de fuego

Pescando en el Pircas.


Son  las ene de la mañana...demasiado temprano. Pero el arrullo del río nos llama. Como madre a sus críos, lo escucho entre sueños y finalmente, respondo. Cuando el exceso de las humanidades me desborda de sentimientos mundanos, cuando las personas me saturan en su leve existencia... él, me llama, me sana, y me cuida.


Así... al alba, con mi hermano de alma, Sebastián, salíamos hacia Tunuyán, tierras del Uco... veneno del "guailo". 

Sus tierras siempre verdes, se adentran desde la cinta del asfalto hacia el sur oeste. Ciudad de pueblerino corte, y de caras buenas.

El cristo del Manzano no nos alcanzo a  abrazar cuando llegamos al arroyo de las escamas de fuego. Arroyo noble, puro y cristalino que alimenta al Grande. Desciende desde la quebrada entre rojos de granito y rosas mosquetas y se une franco.

Su vientre mientras tanto, cobija a centenares de masartas enardecidas de negro y marrón.

Cerca del medio día, el cielo se ponía gris. La lluvia del valle nos quería acompañar y nosotros aceptábamos.

En el camino de ida, subiendo por el Arroyo Grande, allí estaba, el gran amigo Dario , atando un brider a su linea y fumando su pipa. Bajamos unos minutos y nos comentaba que no había actividad alguna. La temperatura por sobre los tres grados, era un factor  limitante a cualquier actividad.

Avanzado el medio día, subíamos por el arroyo... adentrándonos al último puesto. Chaperio que cobija del frío y del aire. 


La temperatura no había variado. Los claros de sol tibio se alternaban con nubes oscuras y bajas que hacían valer el frío. Así...nos dispusimos a comer con un excelente vino de Walter Viel; rojo tinto de uvas buenas. La cazuela de mariscos nos sacaba de contexto pero a la hora de los aromas, la brisa helada se perfumaba de mar. 



Mientras Sebastián hacia honores a la carta, el vino mojaba las gargantas...alistábamos las cañas, calentábamos las líneas y estirábamos los lideres 7x de fluoro carbón. Coincidimos con las varas cortas... de 7pies que trabajaban con flote y moscas lastradas.

El arroyo rugía a lo cercano, nos prometia, nos llamaba y llenaba de sueños. En minutos después del almuerzo, sin pausa nos dirigimos al arroyo.  Al llegar a la costa, Sebastián, comienza el ritual de la entomología y la temperatura. Bajo las piedras, cientos de masartas, sanguijuelas y tricópteros. La temperatura había subido a los siete grados y la vida asomaba.  Siempre las Fontinallis se activan  a bajas temperaturas. 

Al ver este despliegue de vida, tomamos la decisión de atar al 7x, una Pheasant Tail en anzuelo #14. Inmediato al contacto con el primer pozon... tomo una Fontinallis de unos 300 grs. El pocket nos mostraba, metro a metro, subiendo el arroyo ambientes cada vez mas interesantes. Estructuras definidas ofrecidas por un cauce justo.



Observamos, que en los pozos mas profundos, estaban las piezas mas grandes. Las que alcanzaron los 350 grs de peso. 

Casi inmaterial, fue descubrir los colores de rojo fuego y amarillos furiosos de los cueros de las Fontinallis, que se disputaban con las Arco Iris el tamaño y el color.

Decenas de capturas y una... mas emocionante que la otra. Una jornada acostumbrada a la magia en cada pozo, repleta de paz, de emoción y alegría.

La horas y las capturas se sumaban cuando el rojo de los fuegos salmónidos  se oscurecía en la tarde del Pircas. El frío y la satisfacción, cerraron el telón de la jornada mientras una incipiente nevada festejaba con nosotros. END


Autor: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech y Sebastián Pagano.
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Revisión: Mario Capovia del Cet.
Traduccion de modismos: "guailo": de raza blanca.
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